Mi querida Juana. Dentro de dos horas voy a morir asesinado por Santa Cruz y quiero dirijirte mis últimos votos. Te he querido cuanto se puede querer, y llevo á la eternidad un pesar profundo de no haberte hecho feliz. Preferí el bien de mi patria al de mi familia, y al cabo no me han permitido hacer ni uno ni otro. Educa a mis hijos, cuida de ellos; tu juicio y tu talento me lo dejan esperar. No te abatas, que la desgracia es compañera inseparable de los mortales. Se feliz cuanto puedas, y jamás olvides á tu caro esposo.